Hoy las palabras
se desmoronaron,
gritaron al caer en lo profundo
de la sinceridad del miedo,
ya mis oídos perdieron
el gusto del te quiero,
mis ojos el sentido
de sus caminos.
La poca calma que me
acompañaba se murió
mientras tú te alejabas.
No me queda nada,
y me queda todo.
Me quedan las mentiras
de los labios de la luna,
la mirada del demonio
que no encontró
el cómo destruirme por completo.
El turbulento presente
hoy expiró y mis fortalezas
se derritieron al compás
de las llamas del me muero.
Yo regalé todo al hada
envenenada, mientras ella
se reía de la nobleza
del hombre que con amor
su vida entera le entregaba.
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